Sin club desde hace unos meses, Hernán Zazas Sánchez se entrena por su cuenta en la Argentina, a la espera de una nueva oportunidad. A los 31 años, y con experiencia entrenando chicos en la mayoría de los clubes por los que pasó, el defensor surgido de Excursionistas reconstruye su recorrido de una década por el ascenso europeo. Su historia revela el lado menos visible de los futbolistas argentinos en el exterior.
Dejó el país en 2015, a los 20 años. Desde Excursio no le ofrecieron minutos ni garantías de continuidad, y decidió probar suerte en Europa. Su madre había tramitado el pasaporte español cuando él era niño, un detalle que fue clave para que pudiera hacerse un lugar en el Viejo Continente. Su primer destino fue Chipre, nación que tiene una historia marcada por un conflicto entre griegos y turcos. “Ahí tuve una linda experiencia, porque fue el país que me abrió las puertas en Europa. Un país hermoso, una isla paradisíaca. Conocí una cultura hospitalaria, generosa, parecida a la nuestra”, contó en diálogo con LA NACION.
Pero más allá de lo paisajístico, lo que más lo marcó fue el trasfondo geopolítico. Chipre arrastra, desde 1974, una división territorial no resuelta tras la invasión militar de Turquía, que derivó en la ocupación del tercio del norte de la isla. “Tiene una historia muy particular. La guerra fue muy reciente, como la de Malvinas”, comparó Zazas Sánchez. La ciudad principal, Nicosia, es aún hoy “la única capital del mundo que está dividida en dos”, destacó el futbolista: un sector está controlado por los grecochipriotas, y el otro, por los turcos. La tensión no es un dato del pasado. “Conozco gente que ha perdido la casa en el norte o ha combatido; fue una guerra, una guerra contra los turcos. Y es algo que está muy vivo. De hecho, está la ONU, y el país está militarizado en las fronteras”, relató el deportista argentino.
Entre los detalles que más lo impactaron, hay uno sobresaliente. “Desde el auto uno ve las montañas del otro lado, el turco, y hay una bandera enorme pintada sobre la ladera. Es como si estuviera puesta ahí para que los griegos chipriotas la vieran todos los días. Eso hace entender lo que implica el conflicto”, puntualizó.
El fútbol chipriota fue su primer aprendizaje: pocos recursos, idiomas distintos (griego e inglés) y una convivencia intensa obligaron a Zazas Sánchez a crecer de golpe siendo muy joven y habiendo viajado solo.
Luego de su estadía en Chipre, y tras un fallido paso por Francia, se radicó en España, donde jugó en varios clubes de la tercera categoría. Allí descubrió una estructura semiprofesional, de equipos de pueblos y ciudades medianas y un perfil más social que empresarial. “Es un torneo exigente, con viajes largos, pocas comodidades y un nivel físico alto. Entonces uno se da cuenta de que también en Europa hay mucho sacrificio”, resumió.
Su desembarco en España tuvo una particularidad inesperada: el primer club que lo contrató fue CD Madridejos, ubicado en un pueblo de Castilla-La Mancha de unos 10.000 habitantes que habitaban familiares suyos a los que no conocía. “Vivía a la vuelta de donde estaban ellos”, recordó. Fue recibido con afecto y acompañado de cerca, incluso dentro del campo. Emiliano, esposo de una de las parientes, se convirtió en una suerte de fotógrafo personal: asistía a los partidos, lo seguía con la cámara y registraba cada momento. “A todas las fotos que tengo de esa etapa me las sacó él”, dijo Zazas Sánchez, aún sorprendido por la conexión que el fútbol le permitió establecer.
En casi todos los equipos españoles por los que pasó, además de jugar, entrenaba a chicos en sus escuelas de fútbol; era una manera de complementar ingresos y seguir formándose. “En España los clubes necesitan mano de obra, y yo ya tenía experiencia. Entonces proponía colaborar. Terminé entrenando tres veces por semana, antes o después de practicar como parte del plantel”, narró. Esa doble función se repitió en distintos destinos, incluso cuando el calendario se volvía extenuante.
En 2021 surgió la posibilidad de probar suerte en Italia. Primero, en un club cercano a Pescara; luego, en Terracina, entre Roma y Nápoles. En ambos casos, de la Serie D, el nivel más alto del fútbol semiprofesional del país y el cuarto del sistema de la liga nacional. “Era una categoría bastante dura. Nos enfrentábamos con equipos que tenían jugadores que habían estado en Serie A o Serie B. Me sorprendió eso. Después, los clubes, como todo: algunos, más organizados; otros, menos. Pero la calidad de jugadores era buena”, detalló. Allí vivió una de sus mejores etapas, en dos años, especialmente en el municipio de Terracina, donde se sintió plenamente integrado. Fue su casa en Italia, según calificó. “Es una ciudad hermosa, futbolera. Me hice muy querido”, enunció el argentino.
Uno de los momentos más emotivos de su carrera ocurrió allí, en una definición dramática por la permanencia: “Nos salvamos del descenso con un gol mío. Esa noche jugué con la camiseta de Maradona debajo de la oficial. Fue la misma que usé un año después, el día en que Argentina fue campeón del mundo. También hice un gol y festejé igual”, recordó, en un momento muy especial para él, fanático de Diego Maradona como lo es.
Después llegó una etapa más irregular para Zazas Sánchez. Tras acordar con un club de Cerdeña apenas finalizada la temporada anterior, el vínculo se deterioró rápidamente por diferencias entre su representante y la dirigencia, lo que derivó en la rescisión del contrato antes del torneo. Mientras buscaba una nueva oportunidad, sufrió una fractura en un dedo durante un entrenamiento, lo que complicó aun más su panorama. “En Italia la kinesiología es un desastre. Me costaba mucho recuperarme bien”, manifestó.
Ante ese escenario decidió regresar a la Argentina para completar la reconstitución y reencontrarse con su entorno. “Volví justo cuando cumplía 30 años. Me hizo bien en todos los sentidos, sobre todo en lo mental”, apuntó. Una vez recuperado, volvió a España para jugar la segunda mitad del campeonato en un club cercano a Zamora, en una región que conocía por etapas anteriores.
Al poco tiempo recibió una propuesta de La Fiorita, uno de los equipos más importantes de la liga de San Marino. A pesar de su tamaño reducido, el microestado de 33.000 habitantes, rodeado por regiones italianas, cuenta con una liga propia, semiprofesional y de 16 conjuntos, avalada por UEFA, que permite a sus campeones afrontar instancias preliminares de torneos continentales.
“Es una experiencia distinta, casi sin hinchas, muy tranquila. Pero si uno juega en los equipos de arriba, como La Fiorita, tiene la chance de clasificarse para las fases preliminares de Conference League, que es un sueño”, valoró. Su objetivo era llegar a esa instancia, pero un problema con la residencia lo dejó fuera de la lista justo antes de que finalizara su contrato. Le quedó la cuenta pendiente.
Actuó durante un solo año en San Marino, donde el reglamento exige que esté en la cancha al menos un futbolista nacido en el pequeño país. La mayoría de los jugadores vive en ciudades italianas cercanas y viaja todos los días para entrenarse. Él mismo lo hacía: vivía en Rímini, localidad de la costa adriática.
Hoy, mientras define su futuro, Zazas Sánchez combina el entrenamiento personal con cursos de dirección técnica y el profesorado de educación física. Le gusta moverse, cambiar, conocer lugares. Destacó a Chipre como su lugar más especial, pero en todos aprendió algo. “En Europa hay mucho sacrificio, mucha soledad, y una presión extra por ser argentino, extranjero. Hay que mostrar siempre, aunque sea en una liga que pocos conozcan”, concluyó.
Su recorrido permite mirar un ámbito muchas veces ignorado: el de los futbolistas que construyen su carrera en ligas menores y de ascenso en el Viejo Continente, con pasaportes europeos y mochilas llena de ilusiones. No buscan fama, sino vivir del fútbol. Y en ese camino, también aprenden a vivir.