La doctora María Belén Alfonso, especialista en biología ambiental y radicada actualmente en el Sudeste Asiático, participó como disertante del XI Congreso Argentino de Limnología, realizado esta semana en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura de la Unne, donde alertó sobre el avance imparable de la contaminación por microplásticos en los ecosistemas del planeta.
«A nivel global, hay una producción excesiva de plásticos que supera los 400 millones de toneladas anuales», señaló Alfonso durante su exposición.
Esta cifra desmedida, sumada a un inadecuado tratamiento de los residuos, deriva en la generación de partículas microscópicas -llamadas microplásticos- que contaminan suelos, ríos, océanos e incluso el aire.
Desde su posición como investigadora del Center for Ocean Plastic Studies de la Universidad de Kyushu, Japón, explicó que esta cifra responde al uso masivo de plástico en objetos cotidianos que, tras su descarte inadecuado, terminan degradándose en partículas menores a 5 milímetros.
«Estas partículas, llamadas microplásticos, se dispersan con facilidad en el ambiente y terminan en los cuerpos de agua o en el aire, donde ingresan a las cadenas tróficas naturales», aseveró.
riesgos para la salud humana
Alfonso advirtió que los microplásticos pueden acumularse en peces, aves y organismos más pequeños como el plancton. «Se biomagnifican, es decir, se concentran en los organismos predadores de cada eslabón alimenticio. Además, los aditivos químicos utilizados en su fabricación pueden provocar daños adicionales en la salud de los seres vivos», dijo.
Estos residuos no solo tienen efectos físicos en los seres vivos, sino que pueden incorporar químicos tóxicos utilizados en su fabricación.
En los laboratorios se estudian los impactos con ensayos de ecotoxicidad, que analizan el efecto de distintas concentraciones y tamaños de partículas sobre la salud de los organismos. Aún así, buena parte de su impacto a largo plazo sigue bajo investigación. «Los estudios más recientes detectaron microplásticos en tejidos humanos, pero todavía estamos intentando comprender el alcance real de esta exposición», agregó la especialista.
En recientes estudios, se detectó la presencia de estas partículas en órganos humanos como la placenta y el cerebro, aunque sus efectos a largo plazo siguen bajo investigación.
contaminación
sin fronteras
La especialista destacó también que, si bien inicialmente se estudiaron en ambientes marinos, los microplásticos también están presentes en lagos, ríos y arroyos, donde el conocimiento científico es aún incipiente.
«Nuestro equipo está trabajando con investigadores de la Argentina para determinar cuántos microplásticos hay en aguas dulces, de qué tipo y en qué formas aparecen», detalló Alfonso.
Según explicó, su transporte por el aire permite que estas partículas lleguen a zonas remotas como el Everest o los polos. «Se han encontrado microplásticos en la cima del Everest y en regiones polares, lo que demuestra su presencia en lugares sin actividad humana directa. Son transportados por el viento y las corrientes atmosféricas a lo largo del planeta», detalló Alfonso.
La única solución real es prevenir
Para la científica, frenar esta amenaza global requiere medidas urgentes. «Abordar este problema requiere -ante todo- un fuerte compromiso con la educación ambiental. Es fundamental que la población comprenda cómo desechar correctamente los plásticos y sobre todo, que se cuestione su uso.
¿Realmente necesito este producto? ¿Podría reemplazarlo por otro material con menor impacto, como el vidrio, la madera o alternativas reutilizables? Cambiar nuestros hábitos de consumo es clave. Pero también es esencial mejorar el manejo de los residuos urbanos», sostuvo.
En este punto indicó: «Los vertederos a cielo abierto, especialmente cuando no se gestionan adecuadamente, son grandes fuentes de dispersión de plásticos hacia el ambiente. Una vez que estas partículas llegan a los ecosistemas -y más aún cuando se fragmentan- ya no se pueden recuperar. Por eso, prevenir es mucho más eficaz que intentar remediar después».
RECICLAR CON RESPONSABILIDAD
En el plano político, Alfonso resaltó que las decisiones globales sobre producción, exportación e importación de residuos plásticos deben contemplar las capacidades de los países menos desarrollados.
«Por más que se obtenga un beneficio económico por reciclar, esas decisiones deben tomarse con sumo cuidado», relató.
Sobre las denominadas «islas de plástico», explicó que estas se forman en todos los giros oceánicos, no solo en el Pacífico. «Son acumulaciones visibles de basura plástica que comenzaron a ser estudiadas en 1997. Aunque existen iniciativas como Ocean Cleanup, la solución más efectiva sigue siendo reducir la producción desde el origen», aseveró.
Alfonso destacó el rol de la ciudadanía en la lucha contra esta problemática. Mencionó que una de las fuentes principales de microplásticos son las microfibras textiles derivadas del petróleo que se liberan al lavar prendas de moda rápida. «En nuestros estudios, las partículas más comunes son esas microfibras. Elegir productos de mejor calidad, informarse y exigir políticas públicas coherentes son pasos fundamentales», concluyó.
Además, aclaró que los estudios ecotoxicológicos realizados sobre distintos organismos permitieron comprobar efectos perjudiciales sobre su crecimiento, reproducción y comportamiento. «Muchas veces estos efectos no se observan de inmediato, pero sí en exposiciones prolongadas o crónicas», detalló.
Por otra parte, enfatizó la necesidad de avanzar en el desarrollo de normativas específicas que regulen no solo la gestión de los residuos plásticos, sino también la fabricación y comercialización de productos con alto potencial de liberar microplásticos. «Existen iniciativas, como la restricción de microperlas en cosméticos, que han sido efectivas, pero aún son insuficientes», dijo.
Consultada sobre el papel de la ciencia en esta lucha, defendió una mayor inversión en investigación interdisciplinaria y cooperación internacional: «El problema es global y necesita soluciones coordinadas. No se puede esperar que un solo país lo resuelva por sí mismo».
En ese sentido, destacó el valor de las redes de colaboración científica entre Japón, Tailandia y Argentina, que permiten comparar escenarios y fortalecer capacidades regionales. «Cada región tiene características particulares, pero el enfoque debe ser integral».
Con respecto al futuro, Alfonso expresó su preocupación por el aumento de la producción de plásticos de un solo uso, potenciado por la pandemia. «Hubo un retroceso en términos ambientales, especialmente con la reintroducción masiva de envases descartables, guantes y mascarillas plásticas», señaló.
A pesar del panorama complejo, sostuvo que aún hay margen para la acción. «Tenemos herramientas científicas, tecnológicas y sociales para enfrentar esta amenaza, pero necesitamos voluntad política y compromiso ciudadano».
Subrayó que cambiar la matriz productiva y los patrones de consumo es una tarea urgente si se quiere evitar un colapso ambiental de gran escala.